Uno de los actos que da sentido a la escuela es la fiesta de graduación de 4.º de ESO, la cual todavía se hace más patente con los alumnos de esta promoción, que vivieron una pandemia que restañó su primer curso en nuestro centro.
La fiesta no evalúa las competencias discusivas y artísticas, sino que pone de relevo las altas competencias emocionales que poseen.
Se libran recuerdos, pero el mejor poso es el de la hora de clase y aquella compilación de imágenes que los hace reconocer el rostro a través del contacto afectivo con los compañeros y con los profesores.
Cómo dice Josep Maria Esquirol en su último libro
La escuela del alma:
“Y las sonrisas del último día son arcos iris.”